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Monólogo de Brabancio

Autor: Oscar Plazola

¿Bajo qué embrujo has caído?, ¿qué fuerzas del mal te alejaron de mí? Todo lo tenías, ¡todo! Rechazaste un futuro de riquezas y una buena posición para aventurarte en el infierno. Te llevas contigo mis ilusiones y mi esperanza, podría decir, ¡mi vida! ¿Qué faltó?, ¿en qué momento perdí la noción? ¿Cómo no lo vi venir? Ahora queda sólo tu ausencia y estos pensamientos que me queman por dentro y me consumen poco a poco. ¡De entre todos los hombres él! Él que es extranjero, él que es la reencarnación del maligno, ¡él que es negro!

 

Esta soledad me pesa como mil pecados, tu sombra se alarga hasta cubrirlo todo y lucho contra ella, pero no hay posibilidad de salir triunfante de una batalla que desde que empezó había perdido ya. Los recuerdos se agolpan en la memoria y mi corazón se desmorona horadado por tus palabras últimas. En vano busco la pócima que te haga volver, el remedio para tu locura. Es acaso la muerte tu única opción. Entre tanta oscuridad camino sin rumbo, como un ciego en un laberinto. Mis preguntas no encuentran respuesta y la locura se convierte en una posibilidad cada vez más clara, más cercana.

 

Maldigo al hombre que te robo de mi lado, lo haré hasta con el último suspiro, a él debo la sensación que carcome mis entrañas y me roba el sueño. Un sueño tejido por años y que en un suspiro se convirtió en pesadilla. La pesadilla del absurdo, del sin sentido.

 

¿Cómo escogiste la oscuridad?, pienso en un hechizo como única explicación, de qué manera si no, has decidido vivir contaminada, con el peso de una locura que no eres capaz siquiera de presentir.

 

¿Faltó algo por decir?, ¿faltaron palabras? ¿Qué faltó?, pregunto en este soliloquio que trastorna mis sentidos y recibo el silencio como única respuesta.

 

Soy los restos de un linaje que muere conmigo, porque no hay futuro que quepa donde estás ahora. Así pues, conmigo muere toda posibilidad de trascender en el tiempo. Porque engendrarás un demonio y mi sangre no será cómplice.

 

Duelen los recuerdos, el tiempo por venir alimentando el odio y deseando, cada vez con más intensidad, tu muerte. Aunque para mí estás muerta, te fuiste muriendo poco a poco desde el momento en que cruzaste la puerta. Sin embargo a algunos muertos se les llora y yo lloro tu ausencia, lloro momentos imaginados que nunca llegarán.

 

Poco queda por decir, cae la noche y con ella caen las palabras no dichas que se perderán donde habita el silencio. El desasosiego será mi compañero en otro insomnio, donde los fantasmas rondarán mi lecho. No te veré más, he cerrado el capítulo de nuestra historia, donde muchas páginas se quedaron en blanco. Mas lo prefiero así antes que macharlas de negro, el color de pecado y del dolor.

 

¿Bajo qué embrujo has caído?

 

La noche me envuelve con su manto, es el momento de partir, la muerte se ha cansado de esperar.        

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 Conejo Blanco SMA

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